Tras pasar por el taller, la Canon volvió a mis manos. Qué mejor momento para sacarla a pasear que una vuelta al campo con rutilla en bici previa. Otra vez a la finca del Pato, ese lugar fantástico al que volvemos y volvemos para ver como pasa la vida.
Camino de los Pozuelos paramos a echarle un ojo a la impresionante central eléctrica de Albalá. Una pena que un edificio tan magnífico siga cayéndose poco a poco. El patrimonio industrial por aquí no está nada valorado.
En la finca, nos apretamos una fantástica paella hecha por el Muñón, con gran éxito de crítica y público. Tras la paella, el tradicional paseo por la finca, a ver a los animales.
Los corderitos de la nueva hornada nos miraban temerosos y corrían huyendo despavoridos de los niños.
Después de ver los corderos, visitamos a los terneros que fueron destetados por las madres y tuvieron que criar a base de biberones (litronas de Mahou llenas de leche con guantes como tetinas).
Los críos disfrutaron del campo como locos, me parece que ninguno echó de menos la playstation o la wii o la DS o como quiera que se llamen sus adiciones actuales. Tampoco los adultos echamos de menos el internet, ni el feisbú ni esas cosas...
Un año más los líquenes se adhieren a las viejas traviesas. Parece que nada cambia, que todo está igual, en el mismo sitio, y así es, solo que unos años más tarde. La Canon parece que está en forma, el fotógrafo despertando...
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