Tercera edición de la cicloturista, tercera visita a Navalpino. Con un cartel tan bonito, con un ciclista tan bien parecido, era inexcusable ir, y mucho más teniendo en cuenta que en las dos ediciones anteriores lo habíamos pasado genial (si te interesa, rastrea el blog, que no tengo ganas de buscar los enlaces).
Cada año más participantes, más gente con ganas de disfrutar de un entorno tan bello. Comenzamos la ruta con un tramo de sube baja. Paré a hacer unas fotos, y puede ver como la "serpiente multicolor" se exponía a un hermoso contraluz. Tenía algo de mágico ver las siluetas de los ciclistas recortadas en el horizonte.
Poco más adelante, nos explicaron el sistema rotativo de cultivo, barbecho, ganado... que todavía sobrevive en Navalpino. Bajadas técnicas en las que no puede arriesgar por aquello de ir todos en grupo (mejor, no me viene bien una caída en estos momentos) para enlazar con una subida dura, el reagrupamiento, y una bajada superrápida por asfalto... Adrenalina a tope!!!
Todo lo bueno se acaba, así que, después de bajar, vuelta a subir. Comenzamos la subida, sufriendo mientras que unos terneros nos miraban como preguntándose, ¿qué narices son estos bichos multicolores? ¿Chupacabras?
Tras los terneros, un enorme rebaño de cabras, con algunas fuera del corral que cargaban unos inmensos cencerros.
Poco más adelante, el camino se estrechaba porque estaban abriendo un zanja, probablemente para alojar una conducción de agua.
Poco más adelante, el ya tradicional avituallameinto de cocas en la fuente de todos los años. Desde allí, subida larga, de esas a ritmo, pero nada para nosotros: ¡estamos en forma! Parecía que aquello se acaba, pero aún quedaba lo mejor: una alucinante bajada entre olivos en la que tocar el freno era una locura por lo suelto del terreno, y para rematar, una subida larga y con un final duro de narices pero que, como recompensa, nos dejaba a solo una trepidante bajada por carretera del pueblo (65 km/h bajando, o más).
Tras la ruta, ducha fresquita y reconstituyente en la piscina, un par de botellines y comida (cocido), con los amigos senderistas y todos los participantes. Tradicional sorteo de regalos, en el que evidentemente no me tocó nada y, de postre, visita al Guadiana.
Con los coches (casi atropellamos unos corzos) nos fuimos a un lugar paradisiaco, junto a la salida de las hoces de Arroba, ya en el límite de la provincia (algún día tengo que pasar esas hoces navegando el Guadiana). Allí, descansamos un rato, jugamos a tirar piedras (hacer la rana, especialidad de la casa ;-), y hacernos unas fotos. Como en este blog no pongo fotos de personas, le dejo el protagonismo a un saltamontes simpaticón que se acercó a saludar (sorprendente el macro de la compacta).
¿Y eso es todo? Pues no, para terminar un día tan completo, subimos a un mirador, una torreta de forestales, desde donde la vista era espectacular, y eso que la tarde estaba cayendo y había algo de bruma.
Y así acabó un día fantástico, con buena compañía y en un entorno paradisiaco, tan cercano, que no se entiende como no lo visitamos más a menudo. Por lo menos una cosa parece clara, iremos a la IV cicloturista de Navalpino el año que viene (Dios mediante).
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