Por una casualidad del destino, la semana pasada pasé una horas en la plaza mayor de Puerto Lápice, lugar asociado al recuerdo de los viajes a Madrid en el Simca 1200 de mi padre, y de los años del trabajo de campo de la tesis.
Maté el tiempo con un café, un periódico, unas fotos y algo de cotilleo de la conversación de un trío de jubilados sentados en un banco junto al mío. Nada trascendente, solo una charla que podría inspirar no pocos gags de José Mota. De las fotos poca cosa, subo una, para que aquí quede, de la Plaza, con todo su grandeza, con toda su falsedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario