Los cambios de residencia están haciendo que remueva mis recuerdos junto con mis escasas pero valiosísimas posesiones. En una de esas han aparecido mis primeras cassettes, el origen de mi relación con la música.
La cosa viene de largo. Todo empezó, diría yo, gracias a un radiocassette Sanyo que mis padres compraron en Ceuta en una escapada desde una Semana Santa en Marbella, en unas casas troglodíticas de un complejo de vacaciones de Educación y Descanso, no ha llovido ni ná. No recuerdo con quien pasamos el día, el caso es que mis padres aparecieron cargados de cachivaches electrónicos, en los tiempos en que la electrónica era cara de cojones: un proyector de Super 8, el radiocassette, una radio despertador, un reloj digital de mi padre que años más tarde llevaría yo, y no sé cuantas cosas más que ahora no recuerdo...
Con el Sanyo, nos entreteníamos en grabar las canciones de la radio, esperando horas hasta que sonaba esa que nos gustaba, casi siempre incompleta, estropeada por la voz del locutor. Recuerdo juntarnos con el nieto de mis vecinos, que luego acabaría siendo un profesional de la crítica musical (no hace falta ser muy listo viendo el blog, para saber quien es ;-)). A las cassettes de superéxitos radiofónicos les repintábamos las portadas con los nombres de los grupos y artistas. Recuerdo llevarlas en el coche en los viajes con mis padres, junto a algun recopilatorio que un compañero de trabajo grabó a mi madre y el disco de oro de los Beatles.
Pero un día todo cambió. Andaría por los 13 años cuando descubrí el rock, perdón, El Rock, gracias a mi vecino y, porqué no decirlo, porque entonces el Heavy estaba también de moda. Mi primera cassette fue ese recopilatorio, el Especial Heavy, con tres temas de Leño, Barón Rojo y Obús, ahí es nada. Luego, el Preparaté y el Corre Corre. ¡Cuantas veces habré escuchado esta! Recuerdo que el Corre Corre llegó en un regalo de reyes, con su historia. Los reyes, poco conocedores de mis gustos musicales, me trajeron una casstte de Boney-M lleno de villancicos. Como no me gustó, decidí no abrirlo para poder cambiarlo y me fui a desayunar. Mientras me apretaba las galletas, escucho a lo lejos: "Feliz Navidad, Feliz Navidad...". Tal fue mi cabreo con mi hermana, que los reyes me dieron la pasta para ir al día siguiente a por el Corre Corre al Simago.
Después llegaron los Maiden, los Rainbow, y tantos más, grabando de cassette a cassette, con una calidad de sonido manifiestamente mejorable, y los tiempos de guardar gran parte de la pasta que teníamos para comprar cassettes, muchas Tudor y pocas TDK, que la cosa estaba muy mal. Ahí andan, en el trastero, no creo que las vuelva a escuchar jamás, pero me he atrevido a tirarlas. Semos asín.
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