Agradable sorpresa en la sequía cinematográfica veraniega. Aunque está rodada en la costa oeste de Irlanda, más exactamente Galway y alrededores, y ambientada en el el tiempo actual, se trata de un entretenido y refrescante western. En un salvaje oeste (de irlanda), un policía (garda en irlandés) o mejor, un sheriff, solitario, acostumbrado a la rudeza de las gentes del lugar, sobrevive solo preocupado por la salud de su anciana madre, de tomarse unos whiskys (pintas de Guiness) y de darse un homenaje con las señoritas del saloon (putas) de vez en cuando.
A esto que aparecen unos federales, unos marshalls, en este caso del FBI, que llegando del Este (de EE.UU.) chocarán con las constumbres locales (beber) y su idioma salvaje (el gaelico). Uno de los federales (de color) luchará contra los malos, unos despiadados asesinos preocupados por la insoportable levedad de su ser y otras preguntas trascendentales, que les llevan a matar al compañero de nuestro solitario héroe. Este, en crudo y en gordito, se da un aire a John Wayne.
Al final duelo al sol (digo a la luna), en la que nuestro héroe se enfrenta a los malvados, y si quieres saber como acaba, te vas al cine, que merece la pena...
Curioso escenario la costa norte de la bahía de Galway, casi un desierto de helechos y turbas, donde se pueden encontrar armas de guerras pasadas, e imágenes que el que aquí suscribe tenía ocultas en el fondo de la memoria, en el apartado de hace 20 años. ¡¡¡Joder, como pasa el tiempo!!!
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