miércoles, octubre 24, 2012

Canal de Castilla (I): Alar del Rey - Fromista


Interesantísimo viaje por el Canal de Castilla, síntesis perfecta de patrimonio, ingeniería, paisajes y bicicleta. Hicimos noche en Valladolid, donde de mañanita pusimos las bicis a punto para la aventura. La incombustible Grisley se agenció un transportín, y unas alforjas de a 20 € en el LIDL compradas con antelación previsora hicieron el resto.

Subimos desde Valladolid a Alar del Rey en el regional que gracias a Dios (o supongo que a algún sabio gerente de la RENFE) tiene cierta manga ancha con las bicis. En Alar del Rey estaban de mercadillo y había bastante ambiente. Me llamó la atención el muy adecuado nombre de la carnicería.

Tras un cafetito reparador, nos dirigimos al inicio del canal y la dársena de Alar, donde otrora se descargaban las mercancías para emprender viaje por carretera (camino real) a Santander.


Salimos por uno de los caminos de sirga y pronto llegamos a una esclusa. El camino está jalonado por esclusas, todas ellas tenían compuertas (hoy eliminadas), una casa de esclusero (en diverso estado de conservación) y en la mayoría de ellas, el salto hidráulico se utilizó para la construcción de molinos y fábricas de harina.

Los caminos de sirga son bastante cómodos para rodar, lo que unido a la pendiente nula hace el paseo por el canal muy agradable. El otoño se encargó de la "explosión de color" que adornaría el viaje.

Bien entrado el día nos encontramos con un barquito que recorre el canal cargado de turistas. Junto al barco, un viejo almacén rehabilitado como centro de visitantes y bar, en el que aprovechamos para la parada de rigor.

Cerca del barquito se encuentra el espectacular acueducto de Abanades, mediante el cual el canal cruzaba el arroyo homónimo. La placa de información, muy acertadas y sin pintarrajear (se nota que los incultos no llegan tan lejos), muestra como es mejor que mis fotos (hoy hay más árboles).

En el acueducto paradita,y aprovechando un sendero habilitado, bajamos para verlo desde abajo.

Poco más adelante, abandonamos el canal para echarle un vistazo a un pequeño pueblo, Cabañas de Castilla, que tiene un castillo, pero a mí me gustó la luz de la tarde en la megabalas de paja.

Llegamos a Frómista por el barrio del canal, como no podía ser de otro modo. Aquí se cruzan el canal con el camino de Santiago, con lo que hay bastante infraestructura turística para dormir y comer casero.

En Frómista destaca la iglesia románica de San Martín, aunque parece ser que está hiperrestaurada. Para nuestra sorpresa, un grupo de jóvenes coreanos hacía bailes regionales en la plaza. Surrealista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

super grisley... yo tengo una igual, y no la cambio