lunes, julio 30, 2012

Extra-sburgo

Viaje a la capital de la Alsacia, ciudad pionera en la recuperación de los cascos históricos, la resurrección del tranvía, las peatonalizaciones, la recuperación de la bici... un lujo que merece la pena visitarse, una ciudad extraordinaria.

El casco histórico de Estrasburgo está rodeado por canales y ríos que desembocan en el Rhin, que por allí cerca pasa. En los canales, esclusas hoy solo son transitadas por los barcos turísticos.


Los canales pasan por la Petit France, un barrio histórico con las típicas casas alsacianas con la estructura de madera en fachada.


La peatonalización del centro hace que las plazas tengan un gran ambiente, con un comercio muy activo y cientos de paseantes arriba y abajo.


En una de las plazas centrales una simple fuente sirve de refrescante banco para picar algo a mediodía.


La gran transformación sufrida por Estrasburgo a principios de los 90 la convirtió en un referente para muchas otras ciudades francesas, sobre todo por la introducción del tranvía. Evidentemente, en estos 20 años no ha sido referencia para las españolas.


Unos bonitos vehículos que se mueven sigilosamente por la ciudad advirtiendo de su presencia gracias a la tradicional campana.

La otra revolución urbana ha tenido que ver con las bicis, que recorren en gran número el centro histórico. Uno puede ver bicis de todo tipo, pero llaman la atención las bicis públicas que no tienen cadena, sino transmisión por cardan, como los coches.


Como Estrasburgo es completamente llana (está en la llanura del Rhin), las bicis son muy eficaces para moverse de un sitio a otro. Algunos rincones del casco parecen más propios de un pequeño pueblo que de la sede del parlamento europeo, pero ya se sabe, estos franceses no tienen la costumbre de demoler estúpidamente su patrimonio edificado.

Los ciclistas pueden moverse con libertad puesto que todas las calles del centro permiten su circulación a contrasentido, algo que en España queda todavía mucho para que lo podamos ver, me temo.

Así, lo demuestran las señales de dirección prohibida, que exceptúan a los ciclistas. Además, uno puede ver que la moda del Shoefitti es internacional.

También para los ciclistas se señalizan las zonas de salida de los colegios.

En el centro, donde confluyen las líneas de tranvía una curiosa cubierta circular sorprende al viajero.

Pero Estrasburgo es algo más que bicis y tranvías. Tiene una catedral impresionante con un curioso reloj astronómico que hay que ver a las 12.30, y no pocos monumentos, como los construidos alrededor de la plaza de la república.

También es Estrasburgo una ciudad muy turística. Nos llamó la atención este señor, que hace turismo con un perro muy perro. Definitivamente, hay gente pa'tó.


Paseando las ciudad también nos sorprendió una especie de cabalgata celebrada a saber por qué, pero en la que aparecieron unos personajes que nos recordaron el retorno del Jedi...

... y una extraña bicicleta triplaza que lanzaba miles de pompas de jabón al aire.


Finalmente, tanto pasear por la ciudad nos dio oportunidades de seguir cultivando el collage urbano, con suerte dispar, eso sí.



sábado, julio 28, 2012

Madrid, orgulloso y clásico

Hace unas semanas ya disfrutamos de un fin de semana de contrastes en Madrid: orgullo gay, rastro y concierto de música clásica (en la vída hay que darle a todo ;-). Buen ambiente veraniego, gente en las terrazas, extranjeros, muchos chicos, de aspecto cuidado, muy cuidado, cuando de repente, nos dimos cuenta que estábamos en el día del orgullo gay. Para ver el tamareo, nos dirigimos al centro del "ambiente", esto es, la plaza de Chueca, no sin antes parar a comer en un restaurante agradable, gestionado por miembros de la comunidad.

Aunque era pronto y la gran fiesta era por la tarde, había gentecilla y todo el barrio estaba decorado para la ocasión con las banderas arco iris. Solo en Chueca puede uno ver una señal de paso de peatones como la de arriba. O mejor aún, encontrarse con una pastelería en la que hay unos muñecos como los de abajo.

Tras reírnos de las ocurrencias del personal, nos fuimos a descansar y prepararnos para lo que nos había llevado a Madrid, un concierto de grandes coros de ópera en el auditorio de Madrid que, aunque no soy para nada un melómano del mundo clásico, he de decir que no nos defraudó, además de descubrir la compleja técnica y gran responsabilidad del maestro responsable de los platillos. Todo un ritual cada vez que le tocaba intervenir, con tirón de tirantes incluido.

Al día siguiente nos fuimos al rastro, luego las tradicionales cañítas por la Latina, donde vimos el curioso trampantojo que los grafiteros, como de costumbre, no respetan.

Después un paseíto por Lavapiés, a disfrutar del ambiente multicultural, y aprovechar al resurrección de la Canon para retomar el tema de los collages urbanos:

La verdad es que las posibilidades compositivas de las paredes de las ciudades son infinitas.

Paseando por las calles, uno se puede encontrar con padres de familia que los domingos se transforman en terroríficos ángeles del infierno. Evidentemente, si lo que pretendía era llamar la atención, objetivo cumplido.