martes, agosto 25, 2009

Viaje a Bulgaria (VI): Trigrad – Mugla - Teshet

Al engrasar las bicis por la mañana, un enorme caracol nos despedía de Trigrad. A pocos kilómetros está la cueva de la garganta del diablo. Nos acercábamos por una bonita carretera con un arroyo paralelo que de repente, desapareció.


El arroyo pasa bajo la montaña, en la que ha excavado una caverna, hay una cascada subterránea y un sifón, donde un matrimonio de submarinistas se dejaron la vida hace unos años intentando descubrir dónde salía el sifón y parece que nadie se ha atrevido a intentarlo de nuevo.


La visita estuvo acompañada por los murciélagos, verdaderos reyes de la caverna.


Tras la interesante visita a la cueva, bajada por la carretera para buscar un camino que ascendía, ascendía y ascendía, para luego subir y subir sin parar... En todo caso, la pendiente era tolerable y se subía bien a ritmo, hasta que encontramos una obra (parece que estaban metiendo una tubería bajo el camino que de repente se convirtió por unos metros en una trinchera digna de la primera gran guerra).

Más arriba, pasamos bajo un curioso arco de piedra abierto para pasar el camino...

...y después, atravesamos una zona de lagos dónde un montón de vacas en mitad del camino no fueron impedimento para que pasáramos (a esas alturas, las vacas nos parecían menos peligrosas que los mosquitos).

Según subíamos el paisaje se hacía más montañoso, la vida se desplegaba en todo su esplendor, hasta el límite de que pudimos asistir a una orgía de saltamontes búlgaros.

Tras coronar, una bajada por un camino con muchas piedras cuya alternativa era un prado con alguna trampa, y llegada a Mugla a comer, eso sí, tras esperar a que se disolviera un atasco en el puente del pueblo.

Tras la comida, y dado que estábamos acabando, elegimos la opción de descender por una antigua carretera abandonada porque hace uno años se cayeron los puentes. Nuestro argentino se fue con el grupo duro para dejar alto el pabellón del 7º, y los cinco restantes nos adentramos en un curioso desfiladero, con la carretera convertida en un entretenidísimo single track, y un arroyo seco, parece ser que por una captación para una estación de esquí.

Y así acabaron los cinco días de bici por Bulgaria, una gozada, por la bici, la organización, y sobre todo la compañía, ¡somos bikers!. Muy recomendable: si quieres hacer mountain bike, BTT, bici de montaña o como lo quieras llamar por lugares interesantes, conocer otro país, y además, por poco dinero, Bulgaria es tu destino.

Viaje a Bulgaria (V): Dospat – Buynovo – Trigrad

Ya en las montañas de Rodopi, y con unos cuantos kilómetros en las piernas, nos lazamos a la cuarta etapa de este fascinante viaje. Los primeros kilómetros fueron un placentero descenso por una carretera en obras (el dinero de mamá Europa que llega, como en su día sucedió en España), hasta llegar a Barutin (esta vez si he sido capaz de traducir el cirílico ;-).

Allí charlamos con un búlgaro que trabajaba en Pamplona y comenzó una larga subida hacia Chavdar, desde uno de sus zigzags se veía a Kla peleando con al cuesta.

A la salida del pueblo, mientras sufríamos en un tramo de fuerte pendiente con profundas roderas, nos pasó un viejo camión soviético y, poco después, una moto. El piloto dejó que su compañera subiera andando, mucha cuesta para subir con dos, de hecho, pareció un milagro que ese trasto subiera la cuesta (eso sí, no ahumó de lo lindo).

Más adelante nos introducimos en el bosque para acercamos a la frontera griega. Por allí saltó uno de los eslabones de la Mérida, pero nuestro guía y Biarne lo arreglaron sin problemas. Recorrimos un buen tramo por el camino de vigilancia de la frontera, done algunas alambradas quedaban como recuerdo de la época en que aquello era el límite entre dos mundos. Fue por allí donde la tovarich se lanzó a subir una cuesta imposible y, cuando no pudo más, cayó en interior de una profunda rodera, con la mala suerte de que se levantó la costra de unos de sus raspones del primer día.

Foto desde el alto, y bajada rauda hacia Buynovo, donde tocaba comer, vacilar con los chavales, y comer pipas en un banco (si en Bulgaria también comen pipas). Tras la comida, preciosa bajada por el río Buynovska, y de nuevo a subir, a Yagodina primero donde encontramos señales de una carrera velorraly que se había diputado por allí (lo de al lado es una esquela, una tradición muy popular en Bulgaria, los pueblos están plagados).

Y desde allí, más cuestas hasta llegar a lo alto de la garganta del diablo, un lugar espectacular debajo del cual se encuentra una cueva que visitamos al día siguiente.

Una rápida bajada nos llevó hasta Trigrad, donde nos alojamos en una casa particular, donde para comprobar nuestra honradez, nos dejaron un billete de 10000 levs (unos 5000€) que no cogimos, no por honrados, sino porque nos mosqueó el hecho de que estuviera tanto dinero por ahí tirado (luego confirmamos nuestras sospechas, era un billete de antes de la devaluación y valía unos 5 € a todo tirar).

Uno de los momentos fuertes del viaje fue la Musaka con yogur que nos cenamos esa noche, simplemente deliciosa.

lunes, agosto 24, 2009

Viaje a Bulgaria (IV): Bo Kamen - Pobit Kamat – Dospat

Tras la epopeya del día anterior, hoy parecía que la cosa iba a ser más tranquila. De entrada, nos desplazamos en furgón hasta Bo Kamen, donde había un mercadillo, y Kla se hizo una foto con las vecinas. Nada más salir, las chicas estuvieron de tertulia con una abuela que quería darles su pañuelo. Al esperarlas, las retraté con un caballo silvestre.

Lo más llamativo de estos pueblos de montaña de Bulgaria son las mezquitas, ya que hay mucha población musulmana de origen turco, así como los vehículos, de origen soviético, o las motos, también rusas, que suelen ser el vehículo familiar de muchos.

Nos dimos un bonito paseo por un bosque, con un poco de lluvia intermitente, nada que ver con la del día anterior. El camino con muchas arena y lleno de regueras era, digamos, entretenidillo. Pasamos por un pueblo cuyo nombre no digo, porque se ve claramente en el cartel.

Poco más adelante atravesamos otro muy curioso, lineal a lo largo del camino, donde el grupo de ciclistas parece que fue la atracción del día.

Algo parecido sucedió un poco más adelante en Pobit Kamat, donde comimos y toda la chavalería del pueblo se acercó a observar nuestras sofisticadas máquinas.

Seguimos un rato por la carretera, y cuando la lluvia arreció, nos refugiamos en unas cabañas de madera que abundan por los bosques de Bulgaria para protegerse del mal tiempo y que están perfectamente equipadas. Cuando dejó de llover, continuamos hacia el embalse de Dospat que recorrimos a lo largo de casi 20 km.

El embalse es un lugar paradisiaco, rodeado de bosques, en cuyo interior acampaba una multitud.

En Dospat cenamos un sudopi (o algo así, muy rico) y nos dio tiempo para darnos una vueltecita por el pueblo y tomarnos unas cañitas.

Viaje a Bulgaria (III): Borovets – Rila - Yakoruda

Tras el primer día de toma de contacto, el plato fuerte, el cruce del macizo de Rila. La noche anterior ya nos acojonaron con el perfil que subía por en cima de los 2400 m, y que nos suavizaron ligeramente quitando los primeros km que hicimos en coche hasta la estación de ski de Borovets (el primer escalón del perfil).


Los primeros 12 km más o menos, todo para arriba, sin parar, sin tregua, y con tramos de tirar de la bici por lo malo del firme, mientras sobre nuestras cabezas pasaban raudos los telesillas y pensabas- ¿por qué no nos habrán subido uno?

El camino acaba en un refugio de cazadores, que hay que bordear por un bonito single-track entre los bosques, con alguna bajada de la bici para saltar troncos caídos.

Tras un punto en el que no pueden pasar los coches (habría que estar loco con un camino así de malo), los últimos kilómetros hacia el refugio de Zavrachitsa donde íbamos a comer fueron duros duros, de tirar del ramal.


Tras una reparadora comida, comprobamos como el pronóstico del tiempo de lluvias por la tarde amenazaba con cumplirse.
Poco después de coronar por encima de los 2400 m y entre la niebla, comenzó a llover, a la vez que a unos 3 o 4 km caían unos terroríficos rayos.
Como no había posibilidad de marcha atrás, atacamos un horrible single track (parece ser un camino hecho para mostrar al Kasier las montañas de Bulgaria), lleno de piedras y con una nada despreciable caída a la izquierda, que cada cual pasaba como podía. Poco más adelante, y sin parar de llover, las piedras se acompañaron de pequeños abetos de duras ramas que había que sortear porque te desmontaban si intentabas atravesarlos.

Estábamos empapados, sufriendo, con frío, pero aquello era impresionante. Afortunadamente nada es eterno, y al final el single track se abría en un camino muy técnico por las piedras mojadas, que “disfrutamos” camino de un albergue de montaña junto a un lago, donde nos refugiamos a coger calor, tomar café turco (con posos) y esperar que la lluvia pasara. Ni que decir tiene que la estufa fue el lugar más solicitado.

Tras una hora en el refugio, dejó de llover y comenzamos una bajada impresionante, rápida de narices, hasta llegar a la puerta del parque nacional de Rila. Paramos para reagrupar y, oh, oh, estos no vienen.

Efectivamente, Kla, Jaus, Jime habían tomado un camino erróneo confundidos por dos del otro grupo. Parece ser que bajaron mucho, llegaron hasta un pastor búlgaro y allí, llamaron a los guías. Cuentan que el pastor no había visto un móvil en su vida. Finalmente, tuvieron que subir y subir en busca de los guías que salieron a su encuentro mientras los demás acabábamos la ruta helados en las furgonetas. Por desgracia, nos perdimos la gran bajada, pero afortunadamente, pese a los minutos de tensión, al final todo se solucionó, y nos recibió un hotelero armenio de poblada barba con un par de botellas de coñac.

Viaje a Bulgaria (II): Parque Natural de Vithosa – Govedartsi

Tras hincharnos en el buffet del desayuno del hotel, a las 8:00 todos dispuestos para cargar las bicis en un furgón (y los ciclistas) y tras una hora de carretera, llegamos a la montaña de Vithosa, cerca de Sofía, donde empezaba la aventura. Reparto de los dorsales, y foto de grupo (el de la derecha, sin dorsal, es Dobri, nuestro guía, un tipo majo que no veas como andaba en bici).

Desde Vithosa, partimos hacia la montaña de Verila, que coronamos junto a unos leñadores que se agitaron cuando la compañera Tovarich saludó en perfecto búlgaro “Do Bardem”. Tan eufórica iba, que en la bajada hacia Klisura, donde íbamos a comer, se lanzó en plan Kamikaze por una pendiente chunga llena de roderas y arena suelta, donde tocar el freno era sinónimo de trompazo seguro, y no tocarlo, también. Según sus primeras declaraciones, eso le pasó "por valiente".

Más de una y uno (del otro grupo) vieron el suelo búlgaro de cerca.

Curamos las heridas y nos apretamos nuestra primera ensalada de tomate y pepino, un fijo de las comidas, remojada con macro cervezas de medio a 1 lev, o sea, 0,50 €. Nada más comer, subida larga, de plato chico, con más roderas que parecía trincheras toco ello aderezado por carros que bajaban la pendiente prácticamente arrollando a sus tiros.

Arriba, vista panorámica de las montañas que habíamos dejado atrás en este viaje siempre hacia el sur (abriendo el post) y comienzo de una bajada preciosa con alguna parada para contemplar el pico Musala (2925 m), el techo de Bulgaria y los Balcanes, cerca del cual sufriríamos al día siguiente.

En la cómoda bajada (ya tocaba) muchas fotos del paisaje casi alpino.

La costumbre de hacer las fotos desde la bici a veces me lleva a hacer alguna sin querer. A veces tienen premio.

En Govedartsi llegamos a un coqueto hotel de montaña, nos pegamos un bañito en la piscina, reparamos algún radio roto de la bici de Jaus (recuerdo que en este blog nadie tiene nombre), y nos pegamos una cena con trucha rellena por medio.

Viaje a Bulgaria (I): La ida y Sofía

Madrugamos para salir pronto, cargar las bicis en el furgón de nuestro transporte, y con mi coche, destino Barajas. Mientras que Biarne oía bacalao en el furgón, el resto disfrutamos de un viaje tranquilo y silencioso.

Tras facturar las bicis y un vuelo sin novedad, en el control de pasaportes del aeropuerto de Sofía, uno de los policías preguntó a una de las chicas si era la “señora de House”. Tras unas risas, las bicis nos esperaban en la cinta de equipajes.

Nuestros guías nos llevaron a hotel, un cinco estrellas con piscina y jacuzzi, que dejamos para el último día, cuando nos iba a ser más necesario y, tras montar las bicis, dimos un paseo por el centro de Sofía, algo monumental y con cierto tufo comunistoide.

Sofía tiene muchos contrastes, entre los bloques de vivienda socialistas desconchados, los BMW serie 6, el capitalismo mal digerido, los viejos tranvías y trolebuses. Llegamos hasta la catedral que estaba cerrada, y como se nos hizo tarde, acabamos cenando en un moderno restaurante, todo muy rico y económico.

sábado, agosto 08, 2009

Bulgaria en bici: allá vamos

Mañana comienza la aventura. Tras una semana de preparativos, puesta a punto de las máquinas, embalajes, ajustes de pesos, arreglos logísticos, por fin mañana nos vamos a Bulgaria. La cosa promete, ya contaré. Como aperitivo, el dorsal que se me ha ocurrido hacer para darle una sorpresa al grupo... Va a ser la leche!!!

P.D.: Espero que el traductor de búlgaro de internet que he usado haya funcionado bien y no nos tiremos una semana con un cartel que ponga "tonto el que lo lea o algo peor". Y después, al Alto Tajo, la cosa promete.

domingo, agosto 02, 2009

Cine en verano: Paisito

Otra tarde de verano, al cine, a ver que ponen. Ante el terrorífico aspecto de la cartelera, decidimos ver Paisito, coproducción Uruguayo-Argentina-Española, que cuenta a base de flash-backs la historia de dos niños en mitad de un golpe de Estado. La historia antigua está bien, lentorra, pero bien. La historia actual, la que da origen a los Flash-backs, es un paquete sin sentido, en la que una chica recupera su amor de niñez, le echa cuatro polvos, le recita unos poemas después, y se pira como vino porque "quiere saber quien es" y se ve que él no logra explicárselo. Una actitud normal por los cojones.

Creo que algunos diálogos son falsetes, mientras que la fotografía si me gustó. De los actores, me gustó la interpretación del padre de la niña, y como no, el infalible, Emilio Gutierrez Caba, y menos la chica actual (María Botto), pero claro, con ese papel, cualquiera se luce.

sábado, agosto 01, 2009

GARRIS 2010: Sin destino, aún

La Garris 2010 aún no tiene destino fijo, el debate es intenso entre los miembros. El presi quiere que vayamos a Irlanda, pero no todo le secundan. Así fue la última reunión:



Este tío es el puto amo del moviemaker...

25 años de Pandorgas

Ayer fue la Pandorga. Hace ya 25 años que me hice con el pañuelo de hierbas, ahí es ná!. La Pandorga es un ejemplo interesante de la evolución de las fiestas populares. Hace 25 años la Pandorga era una fiesta doméstica, tranquila. El concurso de zurra ocupaba solo uno de los laterales del Prado, la gente, paseaba en familia probando las zurras y nadie se tiraba agua y menos vino por encima. Es imposible saber quién fue el primero en llevarse la pistolita. Pero de repente, un año estábamos todos tirándonos agua, lo que, todo hay que decirlo, aumentó bastante la diversión y mitigó el calor. Luego, algún iluminado debió pensar que la manera de evitar que la gente se tirara agua, fluido inofensivo por otra parte, era secar las fuentes y cerrar los grifos. Aquello tuvo como consecuencia que la gente empezó a tirarse zurra, vino y todo lo que pilló.

Como aquello fue creciendo, alguien decidió restringir el número de peñas participantes, con lo que había que tener amigos en ciertas peñas organizadoras o darse mucha prisa para conseguir un puesto en el concurso. Resultado, el personal pasó del concurso oficial, y se montó la zurra por su cuenta, con lo que ya no era necesario esperar a que pasara el jurado, ni a que te dieran los ingredientes, ni a nada, y así, aquello empezaba cada año antes, cada año con más calor, cada año más rebozados en zurra, hasta que la degeneración llevó a trasladar la zurra al recinto ferial, y en esas andamos, parece que con la fiesta estabilizada, aunque yo hace ya unos años que no paso por allí, Dios me libre. Y he de reconocer que en las zurras de la Pandorga me lo he pasado genial muchos años, pero eso ya pasó.

La noche de la Pandorga y los toros de fuego es otra historia. Recuerdo cuando, y el pañuelo debe ser de la época, por las obras del parking de la plaza Mayor, la fiesta se trasladó a la Plaza de los mercedarios (donde el PSINDI ese del que ya hable por aquí). Recuerdo ese año porque corrimos los toros muy cerca y algún amigo acabó chamuscado.

Recuerdo muchas pandorgas, amalgamadas en una sola, todas lejanas, porque de las últimas 6 o 7 he huido. Ayer fue parecido, huimos en bici de una fiesta para la que hace tiempo que empezamos a ser un poco viejos.