lunes, agosto 24, 2009

Viaje a Bulgaria (III): Borovets – Rila - Yakoruda

Tras el primer día de toma de contacto, el plato fuerte, el cruce del macizo de Rila. La noche anterior ya nos acojonaron con el perfil que subía por en cima de los 2400 m, y que nos suavizaron ligeramente quitando los primeros km que hicimos en coche hasta la estación de ski de Borovets (el primer escalón del perfil).


Los primeros 12 km más o menos, todo para arriba, sin parar, sin tregua, y con tramos de tirar de la bici por lo malo del firme, mientras sobre nuestras cabezas pasaban raudos los telesillas y pensabas- ¿por qué no nos habrán subido uno?

El camino acaba en un refugio de cazadores, que hay que bordear por un bonito single-track entre los bosques, con alguna bajada de la bici para saltar troncos caídos.

Tras un punto en el que no pueden pasar los coches (habría que estar loco con un camino así de malo), los últimos kilómetros hacia el refugio de Zavrachitsa donde íbamos a comer fueron duros duros, de tirar del ramal.


Tras una reparadora comida, comprobamos como el pronóstico del tiempo de lluvias por la tarde amenazaba con cumplirse.
Poco después de coronar por encima de los 2400 m y entre la niebla, comenzó a llover, a la vez que a unos 3 o 4 km caían unos terroríficos rayos.
Como no había posibilidad de marcha atrás, atacamos un horrible single track (parece ser un camino hecho para mostrar al Kasier las montañas de Bulgaria), lleno de piedras y con una nada despreciable caída a la izquierda, que cada cual pasaba como podía. Poco más adelante, y sin parar de llover, las piedras se acompañaron de pequeños abetos de duras ramas que había que sortear porque te desmontaban si intentabas atravesarlos.

Estábamos empapados, sufriendo, con frío, pero aquello era impresionante. Afortunadamente nada es eterno, y al final el single track se abría en un camino muy técnico por las piedras mojadas, que “disfrutamos” camino de un albergue de montaña junto a un lago, donde nos refugiamos a coger calor, tomar café turco (con posos) y esperar que la lluvia pasara. Ni que decir tiene que la estufa fue el lugar más solicitado.

Tras una hora en el refugio, dejó de llover y comenzamos una bajada impresionante, rápida de narices, hasta llegar a la puerta del parque nacional de Rila. Paramos para reagrupar y, oh, oh, estos no vienen.

Efectivamente, Kla, Jaus, Jime habían tomado un camino erróneo confundidos por dos del otro grupo. Parece ser que bajaron mucho, llegaron hasta un pastor búlgaro y allí, llamaron a los guías. Cuentan que el pastor no había visto un móvil en su vida. Finalmente, tuvieron que subir y subir en busca de los guías que salieron a su encuentro mientras los demás acabábamos la ruta helados en las furgonetas. Por desgracia, nos perdimos la gran bajada, pero afortunadamente, pese a los minutos de tensión, al final todo se solucionó, y nos recibió un hotelero armenio de poblada barba con un par de botellas de coñac.

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