Tras hincharnos en el buffet del desayuno del hotel, a las 8:00 todos dispuestos para cargar las bicis en un furgón (y los ciclistas) y tras una hora de carretera, llegamos a la montaña de Vithosa, cerca de Sofía, donde empezaba la aventura. Reparto de los dorsales, y foto de grupo (el de la derecha, sin dorsal, es Dobri, nuestro guía, un tipo majo que no veas como andaba en bici).
Desde Vithosa, partimos hacia la montaña de Verila, que coronamos junto a unos leñadores que se agitaron cuando la compañera Tovarich saludó en perfecto búlgaro “Do Bardem”. Tan eufórica iba, que en la bajada hacia Klisura, donde íbamos a comer, se lanzó en plan Kamikaze por una pendiente chunga llena de roderas y arena suelta, donde tocar el freno era sinónimo de trompazo seguro, y no tocarlo, también. Según sus primeras declaraciones, eso le pasó "por valiente".
Más de una y uno (del otro grupo) vieron el suelo búlgaro de cerca.
Curamos las heridas y nos apretamos nuestra primera ensalada de tomate y pepino, un fijo de las comidas, remojada con macro cervezas de medio a 1 lev, o sea, 0,50 €. Nada más comer, subida larga, de plato chico, con más roderas que parecía trincheras toco ello aderezado por carros que bajaban la pendiente prácticamente arrollando a sus tiros.
Arriba, vista panorámica de las montañas que habíamos dejado atrás en este viaje siempre hacia el sur (abriendo el post) y comienzo de una bajada preciosa con alguna parada para contemplar el pico Musala (2925 m), el techo de Bulgaria y los Balcanes, cerca del cual sufriríamos al día siguiente.
En la cómoda bajada (ya tocaba) muchas fotos del paisaje casi alpino.
La costumbre de hacer las fotos desde la bici a veces me lleva a hacer alguna sin querer. A veces tienen premio.
En Govedartsi llegamos a un coqueto hotel de montaña, nos pegamos un bañito en la piscina, reparamos algún radio roto de la bici de Jaus (recuerdo que en este blog nadie tiene nombre), y nos pegamos una cena con trucha rellena por medio.
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