Madrid, es capaz de todo. De lo mejor, de lo peor, de nada y de todo. Los vacíos de estas semanas con pocos posts se deben, entre otras cosas, a un par de escapadas casi consecutivas a Madrid. La primera con un viejo amigo de batallas por tierras del norte, la segunda con muchos amigos y enemigos de por aquí.
Bueno, motivos aparte, Madrid sigue cambiando para seguir siendo la misma. Pronto inauguran más túneles (ya llevan a algunos) que, se acabarán atascando (cuando, más pronto que tarde, me temo, y entonces, después de llenar las calles de tranvías y bicicletas, podrán reconvertir todos esos m2 subterráneos un apartamentos, que es lo que parece que de verdad falta en Madrid, no más coches. Podría decir, que se jodan los madrileños, pero es que todos somos madrileños.
Además de la imagen de Carlos III contemplando, con aire insigne, los nuevos tiempos, os pongo un par de fotos representativas. La primara un escaparate de una tienda que, a todas luces, supera a la boutique del lubricante. Porque estaba cerrado que si no me pillo algo para decorar la casa...
Y por último, el salero, que un generoso camarero nos dio no sin hacerse de rogar un rato. ¡Como está el servicio!
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