Después de algo más de seis meses tocaba volver a Barcelona. Tocaba reencontrarse con los recuerdos de mi estancia, tocaba disfrutar de nuevo de esta fantástica ciudad de las mil caras.
Desgraciadamente fue el tiempo el que no acompañó demasiado, pero hasta la lluvia queda bien en Barcelona. Paseos por el centro, compras en las tiendas chulas, cañas y pinchos… todo perfecto.
Desgraciadamente fue el tiempo el que no acompañó demasiado, pero hasta la lluvia queda bien en Barcelona. Paseos por el centro, compras en las tiendas chulas, cañas y pinchos… todo perfecto.
Visitamos la Sagrada Familia, con poca gente, con lo que pudimos subir sin problemas a las torres y divisar la ciudad Condal desde las alturas, con ese nuevo skyline que está apareciendo en el “viejo” Poble Nou.
La Sagrada Familia avanza, avanza, lento pero seguro, algún día la terminarán. La espiral de las escaleras de bajada del último tramo la mar de sugerentes… Nos cruzamos con una panda de Güiris haciendo turismo en bicis chopper de alquiler, cosas de Barcelona.
Aprovechando el paseo, pescamos un bonito Dyane 6 de telefónica para la friki colección de 2Cv y familiares. En la plaza nova estaban los coches de la salida del rally de Montecarlo para clásicos: viejos juguetes, hoy capricho de unos pocos. La tarde la dedicamos a pasear de charco en charco del Paseo de Gracia (valga la redundancia) y a las compras.
El último día, paseíto por el Maremagnum (abriendo el post) y la Barceloneta donde comimos a base de tapas en un bar de esos cutres de barrio pero con mucho encanto. Lo más impresionante fue un inmenso yate de uno de esos a los que probablemente la crisis no le quita el sueño.
La noche fue el concierto de Marillion, pero eso es historia para otro post.
Esta vez Barcelona, pese a la lluvia, me supo a. Habrá que volver con mejor tiempo. La única pega fue no poder ver a los colegas bikers, pero con un poco de suerte, en primavera igual le pegamos la pedal por allí con ellos. Ojalá.
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