Este fin de semana he recibido una visita agradable y sorprendente: el profesor que nos recibió en EEUU, que nos ayudó allí, que tanto nos enseñó y al que hacía quince años que no veía. Paseos agradables, charlas del qué fue de, experiencias compartidas en la distancia. Mucho me enseñó aquel año que tanto me cambió. Hace quince años, mataba el tiempo de las noches sin tele en un país extraño haciendo intentos por escribir cosas, escribir a veces lo que sentía, otras lo que me sugería un libro, y otras lo primero que me pasaba por la cabeza, en plan ejercicio, muchas veces sin sentido claro.
La visita me ha hecho tirar del baúl de los recuerdos, releer esas cosas cortas que escribía, y me he sorprendido a mí mismo. Uno de esos ejercicios medio real medio ficticio de hace quince años resulta hoy, como poco, premonitorio de lo que vino después. Lo reproduzco aquí por que me apetece, es lo primero de todos aquellos escritos de juventud que comparto, con los amigos y con los que pasan casualmente por este blog en el vacío inmenso de internet. No esperéis gran cosa (más bien es una mierda), noches de imsonio juveniles tienen la culpa :-)
13/febrero/1994. "No soy extrañado. No me acuerdo quien dijo lo contrario. Quisiera decir tantas cosas que me faltan las palabras. Aquí hace calor, mucho calor. Apenas si puedo respirar. Hay algo que me oprime y no sé como puedo salir. Cuando alguien me quiera ayudar no sé como me voy a dar cuenta. Yo no la maté. Se murió sola entre mis frágiles brazos. No la pude sujetar por más tiempo. Y se fue, y ahora ya no me acuerdo de cuando fue la última vez que estuve con ella. No me presiones, no me atosigues, no me ates. Pero no me deja, no me puede provocar, ya no reacciono. Ella fue quien se fue, yo quién murió. Y ahora que estoy muerto no me siento mejor, es más, pierdo la esperanza de morir de verdad y abandonar este estado de ánima en pena, de espíritu vagabundo, de cometa fugaz, de sol negro, de quasar, de agujero negro de la felicidad. Ahora ya no me queda nada, ahora que por fin ya lo tengo todo, no me queda nada. No hay nada más, nada que perder, nada que ganar. ¿Para qué seguir entonces? ¿Para que vivir sin vivir? Para volver a nacer, para ser el hijo de las estrellas, para volver a vivir. Juro que viviré, que no me pararán, porque quiero, y no hay nada más fuerte que la voluntad".
Evidentemente no es bueno, si lo hubiera sido yo ahora me dedicaría a escribir, y no es el caso. La referencia a 2001 una Odisea del Espacio (el hijo de las estrellas) me hace reír ahora. No somos nadie. Hace 15 años, mi profesor tenía mi edad. No me parecía mayor. 15 años después le he visto muy mayor y me ha dado un yuyu, porque en 15 años yo también seré mayor. No time to waste, conclusión sabia de este finde de flash-backs, flash- forwards.
P.D.: Ilustro este post extraño con fotos de hormigas, abriendo camino en la grava, para ir y venir, como nosotros, yendo y viniendo, adelante y atrás, para probablemente, no llegar a nada.
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