Este verano tuve la oportunidad de acompañar a un amigo en una increíble travesía en un velero entre Sada (A Coruña) y Sanxenxo (Pontevendra), bordeando toda la costa de la muerte, famosa por la desgracia del Prestige (ver mapa).
Pese a que a que mi estómago necesitó un rato para hacerse al continuo movimiento, la experiencia fue inolvidable. El viaje duró unas 14 horas, y pasamos por con ratos de mar movidita y viento fuerte hasta otros de casi calma chicha.
Un par de veces nos acompañaron unos simpáticos delfines que se entretuvieron en pasar bajo la quilla y saltar a nuestro lado. Otra veces nos cruzamos con otros veleros o con arrastreros que subían hacia Coruña.
A la altura de Finisterre nos metimos en una nube brumosa formada por el humo de los incendios que este verano azotaron Galicia y que hicieron que el barco se llenara de abejas desorientadas y carbonilla.
En resumen, una apasionante experiencia, pese al revoltijo de tripas, a que después de llegar a puerto la tierra se siguió moviendo de lado a lado durante unas horas, y a que al día siguiente tenía agujetas en músculos que ni sabía tener, por aquello de estar catorce horas cambiando el peso de pierna.
1 comentario:
Peasso yate tio!!!
Por lo que cuentas, eso de la costa de la muerte debe ser mejor que un botellón delamuehte... , por el pedo, digo. Lo de que despues se te mueva la tierra, en mi pueblo se llama RESSAKA.
Y esos peasso peces que se cruzaban... pa habelos matao! es que no tienen mar pa andar metiendose po delante?
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