El segundo día en Fuencaliente nos llevó hacia el valle de los Pedroches, hacia el sur, atravesando interesantes zonas de encinas, con arroyos caudalosos y todo tipo de explotaciones ganaderas: cerdos, vacas, ovejas, caballos...
A los pocos kilómetros encontramos un ternero muerto que alguien había remolcado recientemente junto al camino, posiblemente para retirarlo.
En toda la zona abundaban los rebaños de merinas, cargadas de lana al final del invierno y atiborrándose del abundante pasto que estas lluvias han dejado. ¡¡¡La primavera ya está aquí!!!
Después de la ruta comimos (muy bien) en el hotel Sierra Madrona con sus curiosos árboles azules. Cachondeo colectivo en la comida y paseo por el pueblo. Me llamó la antención algo que va para reliquia, el cartel de un bar de cerveza Calatrava todavía superviviente de las desastrosas concentraciones empresariales del sector de los derivados de la cebada, je, je, je.
El día tres la ruta fue más corta, pero no menos bonita ni emocionante. Estuvimos por Peña Escrita, la montaña con pinturas rupestres, para adentrarnos en una zona espectacular, subiendo sin parar, pinos, robles... Caidita de automáticos de Kla, y comida junto a una casa abandonada.
Sabiamente decidimos acortar la ruta con lo que improvisamos el recorrido, afortunadamente no dimos con ningún cierre infranqueable, y la verdad es que cerramos tres días impresionantes de compañía y bici. ¿Qué más se puede pedir?
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