Dublín es una ciudad mágica, toda ella es un sitio fantástico, lleno de contradiciones. Hoy es la capital de un país que ha vivido una eclosión económica alucinanate, pero no es una gran capital europea, y se nota que durante mucho tiempo no fue más que una capital menor, por eso, los edificios no son altos, no hay oficinas horribles, ni la arquitectura del movimiento moderno impuso sus monstruos. Es una ciudad cercana, pequeña pero grande, de edificios próximos, transparentes y con una gran vida en las calles.
Desde la primera vez que la visité, en 1992, ha cambiado mucho, pero en el fondo, en las cosas importantes, todo está prácticamente igual (un poco más caro, eso si). Cerca de la casa de mi amigo espirit hay un canal con esclusas, en su día dedicado al transporte, hoy un interesante parque lineal, por que que de vez en cuando baja algún pequeño barco recrativo.Otro de los lugares interesantes de Dublín son sus parques, que si no son muy abundantes, si que tienen una gran actividad. En ellos, la gente se sienta al sol (cuando pueden), compartiendo sin pudores estúpidos los bancos. Una de las características de la ciudad que más llaman la atención es la gran cantidad de gente joven. Otra, que la gente habla, se relaciona, son como un gran grupo. Nadie es extraño, los dubliners son gente abierta, amable y simpática.
La visita a Dublín merece la pena, sobre todo por el ambiente de sus calles y pubs, y por el Trinity College, un impresionante campus universitario en pleno centro de la ciudad.
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