Domingo, 8:00, 0ºC, alerta por frío y nieve, nadie en las calles, solo unos pocos locos que como habían quedado para hacer una ruta y comida anual y sabían que si se rajaban les iba a caer una buena, se juntaron junto al Quijote Arena para, después de meter las bicis en la bodega de un autobús, dirigirse hacia la Puebla de Don Rodrigo.
El viaje amenizado por un enorme bizcocho regalo de la mujer de uno de los peñistas. Llegamos a la Puebla y, aunque hacía frío, hacía buen día. Abrigaditos nos pusimos en marcha siguiendo un carreterín paralelo al Guadiana hasta llegar al estrecho de las Hoces. Seguimos remontando un arroyo y luego un pequeño puerto para llegar a un espectacular robledal.
Los robles ya habían perdido completamente sus hojas lo que, de un lado, dejaba el camino plagado de hojas que amortiguaban la rodadura y escondían peligrosas piedras, y por otro, dejaban a la vista unos densos líquenes que cubrían las ramas desnudas de los robles.
Comida junto a un gran pinar al final de una subida. Como se puede ver en las fotos, me llevé la Grisley para que no se oxide y siga viendo mundo. La TREK es mejor, más cómoda, más bonita, pero la vieja Grisley siempre será Mi Bici.
Poco después de comer un error nos llevó a separarnos y un buen grupo nos perdimos de la ruta oficial. Aprovechamos para ver el estrecho de las hoces del Guadiana que merece la pena (aunque lo que tiene que merecer la pena de verdad es cruzarlo en canoa... todo se andará).
Después de disfrutar de la mañana, cuando estábamos acabando la ruta, llegando al bus, cayeron un par de copos de nieve. Nos duchamos gracias a la gentileza del Ayuntamiento de la Puebla de Don Rodrigo que nos abrió los vestuarios del pabellón de deportes.
Para terminar la fiesta nos fuimos a comer a los Pucheros. Este gran día terminó en el sofá viendo al Balonmano Ciudad Real ganar al Barça. Día redondo.
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