Como el año pasado nos lo pasamos teta, esta año decidimos volver a la cicloturista de Navalpino. Madrugón, a las 8 reunión para salir. Gracias a los que tienen menovolumenes y fregonetas, no hizo falta que llevara el coche: algo de CO2 que ahorramos.
Llegamos a Navalpino. Como el año pasado, no había mucha gente, casi mejor. Salimos con un poco de retraso. Nada más salir bajada por asfalto hasta la presa que hay cerca del pueblo. Luego, a subir, en una primera parte en la que recorrimos el último tramo de la ruta del año pasado, pero a la inversa. Lo que el año pasado fue una bajada técnica, esta año, una subida de esas de tirar de la bici. Por pundonor y probarme me he subido un trecho montado, menos mal que no llevo pulsímetro, porque me he debido de poner a cien (to y pico ;-).
Tras un sube baja, bajada por una pista en buen estado (60 km/h según el GPS) para llegar a un bonito lugar donde nos han dado unas cocas cojonudas (como las del año pasado). Allí, un grupo se ha acercado a ver una fuente...
Tras eso, subida otra vez, y luego topabajo hasta llegar al Guadiana, en una bonita zona, parece ser que a la salida de las hoces. Desde allí una subidita larga que he hecho a ritmo, pim pam, toparriba.
Tras pasar por una zona donde ovejas, cabras, ciervos o lo que sea tenía podadas las encinas en horizontal por su parte inferioir, hemos ido hacia Fontanarejo y nos han explicado la dehesa boyal (con bastante ganado). Desde allí, entre charloteos y con algo de fatiga en las piernas, nos hemos vuelto hasta Navalpino.
Ducha con agua fresquita, muy fresquita en la piscina, y luego a comer, unas migas, regadas con abundantes risas. Un buen día, un buen ambiente, habrá que volver el año que viene, o igual en primavera, que amenazan con preparar otra. A ver si para entonces ha llovido y está algo más verde.
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