viernes, enero 18, 2008

Un rollo: Imperceptible

Hace un tiempo me dedicaba ratillos sueltos a escribir. No es que lo haga muy bien, pero me entretenía. Igual ahora que ando con tiempo lo vuelvo a intentar. De momento, rastreando el disco duro que me he traído, he encontrado esta historia. Si tienes paciencia, a leer.

Se titula: Imperceptible

Tu también. Tú me preguntas por qué? Te contaré por que. Hace unos años, en 1985, empecé a trabajar aquí. De técnico, claro, de director no le contratan a uno con 26 años. Bueno, por aquel entonces yo vivía al este, al otro lado de la M-30. Por entonces no tenía coche, y como había que estar aquí a las 8 y media, cogía el metro, todos los días a la misma hora, el mismo tren, el mismo vagón. La ventaja de estar en cabecera de línea es que uno se puede sentar casi todos los días.

Yo siempre me sentaba en el mismo sitio, a menos que una persona mayor lo necesitase o que alguien se me anticipara, cosa que he de decirte, casi nunca pasaba. Es curioso, pero cuando coges el metro todos los días a la misma hora, llegas a aprenderte hasta en qué segundo llega a cada parada.

Lo tenía todo coordinado. Sabía que tenía que salir de casa nada más oír el pronóstico del tiempo, para coger el tren, justo para llegar aquí a tiempo. Sabes que soy un tipo ordenado, casi maniático para ciertas cosas, así que todos los días, el mismo ritual.

No sé exactamente cuando, llevaría seis meses viajando en ese vagón, cuando empecé a mirar alrededor. Es curioso, como cuando viajamos en el metro, sobretodo por la mañana, con el sueño o con el periódico o un libro, no nos miramos. Bueno, como te decía. Me entretenía mirando a los demás y pensando qué tipo de vida llevaría cada uno, donde vivirían, y tonterías sin mucho sentido, a veces imaginando cosas extrañas, aventuras, infidelidades, hasta espías secretos.

Al cabo de un tiempo, empecé a conocer a mis personajes, Había muchos que como yo, cogían el mismo tren, el mismo vagón, todos los días, a la misma hora. De todos ellos, pronto sentí una extraña proximidad con uno en particular. Y no sé todavía por qué. Era un hombre maduro, de unos de 55 años, muy moreno, que se subía en la segunda parada y tenía cara de haber pasado por muchas. Su mirada era amable, y su sonrisa, no se percibía, pero se sentía. No sé como explicarlo, pero pronto me sentí unido a él, atraído por él. No sé, no teníamos nada en común, más allá de un vagón metro, y una hora para ir a trabajar.

No pienses nada raro, nunca hablé con él, pero ambos era conscientes de la mutua presencia. Cuando un día me dormía, o perdía el tren o él no estaba, me sentía mal, y solamente me aliviaba al verlo el día siguiente. Esos días eran raros, era como si algo me faltara. Él estaba en mi rutina: despertarse, afeitado, desayuno, el tiempo, al metro, el vagón, él, al trabajo con vosotros, a casa, y vuelta a empezar.

Lo curioso es que nunca le vi en un tren de vuelta. Sólo por la mañana, como unos buenos días que me ayudaban a llevar la jornada. No sé, puede resultarte extraño, y hasta ridículo, pero su imperceptible sonrisa me daba fuerzas por la mañana, su presencia me confortaba, su furtiva mirada me emocionaba.

No sabía nada de él, sólo la historia que yo me había montado sobre el personaje. Una historia errónea, fallida, pero ahora eso no importa. Podía reconocer su cara en un millón, su sonrisa que no era sonrisa, era inconfundible.

Y vaya si la reconocí. Cuando la vi en el telediario no me lo podía creer. El portador de aquella sonrisa resultó ser un policía, de esos que trabajan en el barrio opuesto al que viven. Bueno, comisario para ser más precisos. Esos iluminados del terror que defienden a no que se qué ideas de igualdad lo asesinaron, como podían haber asesinado a cualquier otro. Pero le tocó a él, y de rebote, a mi.

Me afectó mucho, aunque te parezca un tontería me sentía muy próximo a él. Cada día que cogía el metro y no estaba, se me hacía mas insoportable. Así que de dejé el piso. Alquilé otro en el otro extremo de la ciudad.

Y eso es todo, aunque ahora tengo coche y tengo otra casa, sigo viniendo a trabajar en metro. En otro vagón, a otra hora, en otra línea. Pero sigo buscando, sigo buscando a alguien con una sonrisa imperceptible. Deberías hacerlo tú también. Si te fijas en la gente, verás que hay mucha gente que merece la pena, aunque no las conozcas, aunque no sepas nada de ellos, hay mucha gente maravillosa. Al menos, eso quiero creer. Te avisaré si descubro entre el barullo de la hora punta otra sonrisa imperceptible. Y esta vez, me acercaré.

(c) Caiuslacer, 2001.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No está mal. Con el debido respeto, gana si a la vez suena de fondo Vulture,de Gazpacho. O no. Quizá me guste mucho esta canción. (tu primo). Un abrazo.

caius dijo...

Si, con buena música todo mejora, aunque sea un rollo. A los Gazpacho los casi vi con Marillion en la gira de Marbles, y digo casi, porque vimos poco más de tema y medio. Pero me pillé un par de CD's, por aquello del recuerdo. Los tengo en casa, en una caja, pero si quieres te los paso... (es esto delito?, ah, no que te los paso para que los oigas, no para que los copies, no nos vayan a entrullar).