Ayer fue un día intenso. Tenía previsto pasar la tarde por el centro haciendo turismo y observando la ciudad (algo que hice además de ver una interesante exposición de fotoperiodismo), cuando al ir a ver que daban en los cines Renoir (otro de los lujos de las ciudades grandes, el cine en V.O.) descubrí que esa misma noche tocaban en L’Auditori los Commitments, y claro, como no ir.
En Bélgica me ligué a mi novia la irlandesa gracias, entre otras cosas espero, a este libro de Roddy Doyle, pues me lo dejó para leer cuando nos conocimos y todas las noches iba a que me explicase las palabras que no entendía y bueno, una cosa llevó a
Solo quedan dos miembros de aquellos que trabajaron en la película, el guitarrista y el batería. Poco importa, la música sigue siendo alucinante, casi independientemente de quien la toque/cante. Evidentemente, no es igual, pero es lo mismo. Ayer disfruté de todas las canciones que The Commitments rescataron en el 1991, rodeado de nostálgicos como yo, que por entonces estábamos sin un chavo, y ahora nos podemos gastar 20 euritos en hacer flash-back, o como dice mi amigo el irlandés, remover el baúl de los recuerdos. No está mal, ¡qué coño!, al menos de vez en cuando. Antes hubiera dolido, ahora ya nada.
Además del repertorio de la película, tocaron algunos clásicos de Temptations y acabaron con un popurrí de James Brown, con lo que todo el mundo se fue contento. Al menos yo.
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