El Jueves fui al teatro a ver el Método Grönholm, una interesante obra de Jordi Galcerán, por el ridículo precio de 10 € (abajo, o sea, que en gallinero sería incluso menos). Teniendo en cuenta que por la misma obra en Madrid o en cualquier ciudad grande se paga como poco 20 € (y como normal en torno a 26 €), una vez más se confirma que nuestro provincianismo es una ventaja para nada desdeñable.
La obra está muy bien interpretada por Carlos Hipólito, María Pujalte, Jorge Roelas y Eleazar Ortiz. Carlos Hipólito es un actor que siempre que he visto actuar (varias veces en Almagro) me ha parecido de lo mejorcito del panorama nacional, e incluso le perdono que haga la voz en Off de Cuentáme, de nuevo lo mejor de la serie (como todas las series españolas, independientemente de su calidad, los capítulos son largos hasta aburrir). María Pujalte (popular por sus interpretaciones en Siete Vidas (quizás la única excepción a las series hispanotostón de capítulos de dos horas) y Periodistas (esta si era tostón) hace muy bien un papel que no parece que le cueste esfuerzo interpretar. Jorge Roelas (también una cara conocida de Médico de Familia, serie clave en el resurgimiento de las series hispanotostones) también hace un gran papel, siendo responsable de algunos de los mejores gags de la serie. Y por último, Eleazar Ortiz (santanderino y teatrero, curiosa mezcla) termina de bordar el plantel de la obra.
La obra es una crítica o parodia de los procesos de selección de personal que los psicólogos inventan para justificar su, generalmente inútil, función en los departamentos de RR.HH. de las grandes empresas. A mí me recordó algunas experiencias que tuve en mi empresa (lógicamente no tan exageradas). Siempre me sorprendió la capacidad de selección que tenían en la empresa para captar grandes talentos (de los que no debemos quedar ni uno) y otros talentos cuya cualidad más destacada era tener los mismos apellidos que algún ministro, alcalde, etc. De éstos, todos siguen en la empresa.
Pero heme aquí, libre de multinacionales, en provincias, disfrutando de la vida (en la medida que me deja la muy jodía, no todo está en mi mano). Lo único malo de nuestro provincianismo es que, este tipo de obras (y otras muchas cosas), se pueden ver/tener solo un día, si las dejas escapar, se fueron para siempre. C'est la vie! Si tienes oportunidad, vete a verla, merece la pena.
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